Blog especial de la Revista CRÒNICA Digital de la Vall d'Albaida
Dedicat a les Festes de Moros i Cristians d'Ontinyent
Juliol-Agost de 2009 cronicamic@gmail.com


La nostra portada. Obra d'Àngel Alberca

dijous, 20 d’agost del 2009

El Castillo de Fiestas en 1934

Rafael A. Gandía Vidal
Imatge del tercer Castell de Festes, desaparegut en el període de la Guerra Civil.


El miércoles 21 de agosto de 1934 desde el Servicio Técnico del Ayuntamiento Republicano de Ontinyent presidido por Paco Montés, el arquitecto municipal Camilo Grau Soler, por encargo verbal del propio alcalde, después de inspeccionar y examinar detenidamente la solidez del castillo de fiestas instalado en la subida del Regall ante la casa del Conde de Torrefiel, emitía por escrito, dos días antes de que oficialmente comenzasen los festejos de moros y cristianos, el siguiente informe: “Que los pies derechos que sostienen el entramado central o mejor dicho la torre central, están en buenas condiciones.

No obstante los entramados de los pisos tienen escuadrías algo deficientes, por lo que entiende el que suscribe que sería prudente el evitar que se acumulase un número excesivo de personas en el mismo, ya que si no hay peligro de derrumbamiento, con una carga exagerada, podía hundirse algún piso. Considera por tanto que el Ayuntamiento debe tomar medidas para que no exceda de treinta personas las que suban a la torre y desde luego siempre menos de quince en un piso.
También hay algunas tornapuntas que no están en muy buen estado, y tanto éstas, como los entramados de los pisos debían renovarse en las fiestas del año próximo”.





La delicada situación en la que se hallaba la fortaleza de madera, las terribles consecuencias que podían derivarse y ante la imposibilidad temporal de restaurar los elementos dañados contenidos en el dictamen, éste fue dado a conocer de manera urgente en la sesión del Cabildo Municipal celebrada al día siguiente condicionando oficiar y comunicar al presidente de la Sociedad de Festeros, el marinero Daniel Gil Casanova, su crítico estado participándole que una carga exagerada podría ocasionar el hundimiento del algún piso por lo que deberían extremarse las medidas, entre ellas el no acceder más de treinta personas “y desde luego siempre menos de quince en un piso sin perjuicio de que se proceda a renovar algunos tornapuntas y entramados de los pisos que no se encuentran en muy buen estado”. El acuerdo unido al difícil estado de la alcazaba y sus peligros, fue rápidamente conocido por todos los festeros el mismo día 23 de agosto a punto de iniciarse el acto de la entrada de las agrupaciones bandísticas, que desde la plaza de la Concepción hasta la de la República, acompañarían a las comparsas cristianas de Estudiantes, Marineros, Contrabandistas, Labradores y Churros y las sarracenas de Moros Marinos, Kábilas, Chanos, Moros Españoles y Berberiscos, en el momento que cada una de ellas recibió la subvención municipal de 750 ptas.


El esbelto castillo inaugurado en 1918 y donado por Vicente Puigmoltó y Rodríguez de Telles, Conde de Torrefiel y Vizconde de Miranda, en gratitud a nuestra ciudad al ser elegido Diputado a Cortes fue construido en el taller de los hermanos Ramón y Francisco Martínez Valls, conocidos carpinteros, el primero de ellos perteneciente a la Comparsa de Marineros de la que fue Primer Tro en 1902 y posteriormente presidente de la Sociedad de Festeros en 1913,
quienes se encargaron de su montaje y almacenamiento hasta su desaparición en 1935 junto a sus respectivos hijos Ramón Martínez Martí y Francisco Martínez Bolinches. Los tornillos y las partes metálicas fueron realizados en el taller de Daniel Gil Casanova, quedando su pintura y decoración en manos del artista local Carlos Tormo Martínez “Carlets”.

La novel y bella alcazaba construida con los pinos de los pinares del conde y chapada con madera de importación, fue diseñada por su amigo el arquitecto municipal de Murcia, Joaquín Dicenta casado con Concha Ferrer, conocedor de nuestros festejos y de nuestra ciudad donde pasaba largas temporadas estivales en la finca de San Juan en la partida rural de la Solana propiedad de su suegro Javier Ferrer por aquel entonces cónsul de Rusia en Valencia, quien además habitaba en el conocido “carreró Marqués”.

El castillo, que por vez primera protagonizó junto a moros y cristianos el festejo de 1918, requirió por sus dimensiones una mayor área de emplazamiento de la que ocupaba el que vino a sustituir y que databa de principios de siglo, junto a la autorización municipal a fin de dejar el libre tránsito para personas y carruajes según solicitó el 24 de junio José Penadés Ureña, presidente accidental de la Sociedad de Festeros. Tres días después la Municipalidad regida por el conservador Antonio Tortosa Francés concedía su beneplácito al nuevo castillo que levantado a primeros de agosto en medio de una gran expectación, fue parte importante de aquellas fiestas que autorizadas por el gobernador civil de la provincia, Juan Sánchez Anido, contaron con el estreno del Himno a Ontinyent compuesto por el maestro Rafael Martínez Valls con letra de Luis Fabrelles S. de Ibarrola, el nacimiento de la comparsa sarracena de Chanos y una subvención municipal, no exenta de polémicas, de 750 ptas. abonadas, según el asiento municipal nº 272 del 18 de septiembre, a Daniel Gil Casanova presidente de los festeros.

Fuera de los días festivos, el noble castillo, admirado por todos pos sus líneas y belleza, fue colocado en su habitual emplazamiento en marzo de 1926 al formar parte de la tramoya cinematográfica de la película, que rodada en nuestra ciudad e inspirada en nuestro festejo de moros y cristianos, fue dirigida por Maximiliano Thous.

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